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CALOR HERREÑO ES…

Bajo la corteza de las Islas Canarias el magma se acumula a temperaturas extremas. Durante miles de años, la alta presión ha ayudado a fundir las rocas que retienen su ascenso para convertirse en la lava origen de la belleza de estas islas atlánticas. El Hierro es la más pequeña de ellas y ha sido también la más alejada de los ritmos de desarrollo que sonaban en los continentes. Allá, donde a través del Meridiano de Orchilla se rigieron los horarios del mundo, sus habitantes han ido desarrollando una singular manera de relacionarse con su entorno en el que la lejanía siempre le ocultaba cualquier facilidad.

No ha existido sequía que arrebate la vitalidad del herreño, ni profundo barranco en el que se despeñara su carácter soñador. Por ningún poro de la joven corteza herreña se ha filtrado el optimismo de quien fue capaz de encontrar agua donde la tierra se la ocultaba. Tampoco la posesión de tan deseados y surrealistas paisajes hizo mella en la humildad de quien durante siglos ha crecido con el pulso del sueño y del empeño.

Hoy, miles de personas ya llegan hasta una isla que era principio o final del mundo, según la propiedad de la mirada. Y lo hacen sorprendidos por su belleza y por algo más que no llegan a entender. Algo que no se toca, que no se ve, que no se escucha, aunque, sin saberlo se esté tocando, viendo y escuchando.

Es la impresión percibida por el viajero cuando su oído es estimulado por un seseante tono de voz que recuerda cuánto lejana ha permanecido isla de todo y de todos.

Es la emoción sobrevenida cuando su mirada se cruza con la mirada humilde del vecino que se aparta de su reloj para explicar cualquier ruta improvisada.

Es la sacudida cuando siente en su piel la presión justa del abrazo sincero dado en cualquier plaza o en cualquier rincón.

Es el estremecimiento provocado cuando se descubren armonías y ritmos ancestrales conservados y transmitidos escrupulosamente.

Es el calor herreño lo que envuelve y atrapa al viajero que no pone barreras a sentir.

Es la extrema temperatura del magma cuando se mezcla con la humildad, alegría y vitalidad de sus habitantes, la que forma el clima y el ambiente perfecto que precisa el visitante que, lejos de él, desea sentirse en su hogar. Es física, química y cultura. Es compromiso y tradición. Es auténtico porque no se recoge en ningún manual. No se enseña ni se aprende. Es adquirido de manera natural en una isla en la que no se sabe vivir de otra manera que no sea haciendo sentir querido a quien la va descubriendo con la misma mirada humilde de sus habitantes.

Allí se celebra la Maratón del Meridiano, una oportunidad para sentir el calor herreño emanando de todas las personas que trabajarán o animarán en los caminos que fueron trazados por quienes recibieron y supieron transmitir esa manera de relacionarse con la naturaleza. Esta carrera se desarrolla en una isla en la que nunca se sabe si fue declarada Reserva de la Biosfera por sus paisajes o por esa manera singular que tienen sus habitantes de acoger al viajero. Forman las sabinas esta Reserva de la Biosfera. La forman también sus pinares, sus conos volcánicos y su mar. Sus montes de laurisilva y sus acantilados de vértigo. Y también forma esta Reserva de la Biosfera el calor herreño tan singular que permanece guardado en una isla que seguirá dejando abiertas sus puertas al visitante que desee sentirlo.